De Angel no tiene nada

El cine siempre ha motivado al joven y sexy asesino en serie, conducido a extremos salvajes por furiosas hormonas en una rebelión justa contra la autoridad adulta. En Ángel, el director argentino, Luis Ortega, explica el subtexto erótico latente al entrenar una lente de adoración sobre su belleza andrógina sexualmente ambigua y antihero, sus labios de fresa y su cabellera rubia en cascada. Es posible que Angel no esté a la altura de la fantástica película biográfica de Hollywood que anela, pero aún es una pieza de época con estilo que presenta actuaciones sólidas, imágenes coloridas y una banda sonora fantástica de época. A pesar de su cómoda experiencia en la clase media, hay signos claros de que Carlos es adicto a los problemas. En su nueva escuela, provoca una pelea imposible de ganar con Ramon (Chino Darin, cuyo padre Ricardo también se encuentra en Cannes promoviendo Everybody Knows, de Asghar Farhadi), sus violentos intercambios teñidos con un homoerotismo tácito. La pareja pronto se convertirá en amigos y socios firmes en delitos menores. Los delincuentes juveniles se convierten en criminales armados cuando Carlos y Ramón se embarcan en una serie de atracos y robos, llevándolos casi casualmente al asesinato.

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